Por Jorge Valverde / Barranco de Cartón
En La casa de cartón, ¿aquella Catita de 15 años, que cató a Ramón de 17, y de mal corazón para el narrador de 14, es la mismísima Catalina Recavarren? La asociación no es difícil, está a la mano, las fechas cuadran, el lugar también. Tanto el libro de Martín Adán como los primeros años de la poeta acontecen en la década de 1920 en Barranco. En relación a esto último, un lugar característico del distrito lleva desde 1988 por nombre Mirador Catalina Recavarren.
Recordemos. Catita es el cuarto y principal amor en La casa de cartón, la que envía “una carta larga, temblona, en la que una muchacha núbil tira de las orejas al amor con los dedos tan seguros, tan lentos, tan cirujanos que para la tortura tienen las mujeres desde los quince años hasta el primer parto”, la que no ve nada porque para ver algo hay que estar en el malecón, cuyo parpadeo como el de las estrellas “no es sino fatiga de mirar de una manera que nada tiene que ver con sus sentimientos”. Catita es “límite sutil entre la mar alta y la mar baja […] mar sumiso a la luna y a los bañistas […] amor con esperanzas lentas y gordas, amor que con la luna baja y sube, amor redondo, amor próximo, amor para sumergirse en él, para bucear en él con los ojos abiertos, amor, amor, […] una cosa cualquiera y la contraria precisamente [...] al fin y al cabo, una linda muchacha, verdadera, viva, coqueta como ella sola […]”. Frente a ella “no hay más alegría que la de ser un hoyito lleno de agua del mar en una playa. (1)”
Nos preguntábamos si esta Catita es Catalina Recavarren. Sí, me dice José Antonio Bravo, escritor, crítico y primer biógrafo de Martín Adán (2). Me cuenta que tiene el testimonio de José Ricardo Respaldiza Martínez, escritor, escultor y responsable de la caratula de Travesía de Extramares en 1950, quien le dio detalles de lo qué hacían los muchachos en los veranos de inicios de los veinte del siglo pasado. Por aquel entonces, la Bajada de Baños era un lugar de moda, era la suma de pilotes de líneas de tren sobre el que se había construido una plataforma con un tabladillo hacia el mar y un barandal enorme. Hacia el otro lado estaban unos cuartitos como carpas, pero de madera, donde uno se cambiaba. Estos estaban hechos de Pino de Oregón que es una madera con ojos que al golpe pueden salirse. Allí llegaba pues Catita con una faldita tipo las del tenis de antes, que era como una minifalda actual. Según Respaldiza, en las inmediaciones de esos cuartos en una playa de piedras, entre matorrales, los muchachos se escondían para ver llegar y cambiarse a Catita, quien a sabiendas, o no, prodigaba metáforas. De allí entonces la fama y cariño que lograba entre los muchachos (“El sexo asoma, urgente pero inexperto, y hay deleite, disimulado entre exquisiteces verbales, cuando surge Catita”, dice Luis Alberto Sánchez (3)). Ricardo Gonzalez Vigil recoge, por otro lado, un antiguo apodo que jugaba con el nombre de Recavarren: Calatina (4).
José Antonio Bravo nos aclara que no puso el nombre de Catalina Recavarren en su biografía de 1987 porque Catita todavía vivía y tampoco lo pondría ahora en una reedición “porque no pues”.
¿Referencias como éstas en La casa de cartón son las que abonan en la voluntad del autor para pasar caleta bajo el seudónimo de Martín Adán?
Catalina Recavarren Ulloa de Zizold, conocida también entre sus allegados como Catita, nace en 1904 y muere en 1992. La periodista Elvira de Gálvez la recuerda con un “derroche de ingenio, humor y criollismo”. De un encuentro con ella en Trujillo dirá el escritor Danilo Sánchez Lihón: "Era espigada y del color del pan, con una larga trenza recogida sobre la nuca altísima. De ojos luminosos y profundos. De gestos desenvueltos y casi infantiles. Tenía en aquel entonces 82 años y conservaba su garbo, su donaire y hermosura. Se la sentía libre y niña.”
Catita era poeta, viajera y comunicadora, con varios libros de poesía, ensayos, para niños y recopilaciones. Destacamos La mujer mesiánica, dedicado a Flora Tristán; su traducción del francés de Max Radiguet, Vórtice-vértice : versos de 1935-1936 del que dice Lady Rojas Benavente: ”Al mismo tiempo que deconstruye la subjetividad impuesta [androcéntrica], se compromete imaginaria y semióticamente mediante el verbo dinámico y su implicación discursiva a descubrir quién es y por qué, acepta sus deseos, contempla su cuerpo de manera vital y placentera, revisa sus saberes, discursos y prácticas sociales” (5) ; también su Antología de la mujer peruana donde reúne a 50 escritoras entre las que figuran Leyla Bartet, Cecilia Bustamante, Raquel Jodorosky, Magda Portal, Serafina Quinteras y Blanca Varela; y por último, Una flor... y su última temporada en el infierno, en cuyo prólogo Ricardo González Vigil refiere “Insuficientemente considerada en las antologías generales y las historias de la literatura peruana, Catalina Recavarren (Barranco, Lima, 1904-1992) goza de un amplio consenso en los panoramas y los estudios dedicados a las escritoras peruanas, tanto por sus méritos poéticos como por su intensa labor cultural, orientada sobre todo a difundir los aportes literarios realizados por mujeres en pugna con los prejuicios y exclusiones del medio cultural peruano aferrado a anteojeras ‘patriarcales’ o ‘machistas’ […] adelanta el tono desenfadado que, en la generación del 50, ostentará Julia Ferrer y […] de María Emilia Cornejo, voz de la generación del 70” (6).
Corro traslado de la pregunta por teléfono a Ricardo González Vigil: ¿Catalina Recavarren es la Catita de La casa de cartón? "Sospecha que sí, aunque no necesariamente." Recuerda que cuando le preguntó a Juan Mejía Baca se hizo el loco. Lo que sí, por lo que escuchó de ella, era una mujer que "tenía duende, suelta de huesos" (7)
En fin. ¿Y la Catita de La casa de cartón sería entonces el único personaje literario que inspiró Catalina Recavarren? Pues no. Ya que también aparece en el libro de Miguel Gutiérrez, Confesiones de Tamara Fiol, bajo el nombre de Queca Luzuriaga (8). De ella la protagonista dirá:
“Con qué facilidad de su boca saltaban relumbrantes sapos y culebras. Y para mí brillaban más que la profusión de joyas con que iba ataviada. Recuerdo que una vez – y te cuento esto para que seas comprensivo cuando se me escape alguna grosería- , una vez, te decía, pronuncié tímidamente la palabra fellatio. ‘¿Fellatio?’ – intervino de inmediato Queca Luzuriaga-. ¿Fellatio, monada? ¡Di chupar! ¡Di mamar!¡Estas son las palabras verdaderas y ricas!’ […] Fue mi maestra en muchos casos. […] ¡Cómo no fijarse en ella!¡Cómo no oírla! Desde que empecé a ir con mis amigos poetas y artistas a la ANEA [(10)...] no podía dejar de mirarla [...] cuando supe la fecha de nacimiento, calculé que en la época que la conocí todavía debía faltarle tres o cuatro años para cumplir los sesenta […] Vestía con sedas suntuosas pasadas de moda que armonizaban con la vetustez de sus joyas […] era relativamente alta […] ella no me sonaba vulgar ni descarada […] para mí la noche limeña, invernal y brumosa, se encarnaba en Queca Luzuriaga y Angelo Satui, su novio fantasmal […] cuya aparición, nos parecía a muchos, marcaba el ingreso a la noche esencial, a la verdadera noche limeña. Y todos decían que solo un individuo de esta sustancia podía ser el novio y amante de la musa […] La Musa [Queca] declamaba poemas de Delmira Augustini o Alfonsina Storni, mientras Satui le creaba con el piano un sugestivo trasfondo musical. […] Parada al pie del piano, ella, guiándose por los acordes de Satui, iniciaba una especie de danza estática, en que su cuerpo grueso, tubular en la cintura, y algo deforme en la espalda, iba adquiriendo un aspecto alado, sinuoso, casi ofídico, con el solo movimiento de sus manos y brazos y el temblor que recorría su cuerpo. [... en una ocasión] 'Hola, doncella' - me saludó -. La Musa pecadora y en este momento ebria te invita a recibir el alba. ¿Conoces, monada, ese verso que dice 'las albas son siempre lacerantes? ’ [(10)…] ¿Era posible para una mujer vivir sola sin apoyo o protección masculina? […] De estos miedos, varón, me libró Queca Luzuriaga. Más allá de su extravagancia y descarrío, la Musa era ejemplo de libertad, qué te digo, de soberanía"
El pianista aludido con el nombre Satui es Coco Sattui [11], a quien, según Tamara Fiol, le “decían Drácula, Nosferatu, pero también Dorian Grey [...] un ser sin edad […] un individuo andrógino […] Tenía cabellos muy negros y tupidos que peinaba con un alto copete […] sus ojos almendrados y enormes te fulminaban desde un rostro empolvado y cerúleo, mortalmente pálido […] Sus manos sedosas de largos dedos, bellas hasta dar miedo”, y con quien Catalina Recavarren formaba una pareja rimbaudiana que entre los años cincuenta y sesenta ambientaba las noches limeñas (12). Fruto de esta relación será el último libro de Catita que mencionábamos arriba.
Me ungiste Diosa y en nuestro templo celebramos las más puras y mágicas liturgias”, le decía Queca a Coco. (13)
Preguntándonos si bastan las coincidencias y testimonio de José Antonio Bravo para señalar la conexión entre la Catita cartonera y Recavarren, cómo fue su devenir hacia la Queca de Miguel Gutiérrez, si alguna vez coincidió ella y Coco con el Adán de aquellos años y cuál sería la opinión quizá letal que tenían de él, dejamos aquí estos datos por si merecen una historia que los precise o desarrolle.
______________________
(1) Fuente Benavides, Rafael de la [ Martín Adán, seud.]. La casa de cartón.-Lima: Casa de las Américas, Cuba, 1986.
(2) Entrevista a José Antonio Bravo en Lima, septiembre de 2015. Publicó Biografía de Martín Adán en 1988 con la Biblioteca Nacional del Perú, 1988
(3) Sánchez, Luis Alberto [prólogo]. La casa de cartón.-Lima: Casa de las Américas Cuba, 1986.
(4) González Vigil, Ricardo [prólogo]. Una flor… y su temporada en el infierno. - Lima : Editatú Editores e Impresores, 2012.
(5) Rojas Benavente, Lady. Cuerpo poético de Vórtice-vértice de Catalina Recavarren: el cuerpo femenino de la prostituta del Peru”.- McGill University,
(6) González Vigil, Ricardo. op. cit.
(7) Conversación en septiembre, 2015.
(8) Gutierrez, Miguel. Confesiones de Tamara Fiol. - Lima: Santillana, 2009. El apunte sobre la identidad de Queca es de Ricardo González Vigil
(9) Catalina Recavarren funda la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, ANEA.
(10) Probable traducción libre de "Les aubes sont navrantes" de Arthur Rimbaud.
(11) Bedoya, Jaime. La misteriosa historia de Coco Sattui, un vampiro limeño. En: El Comercio, 24 de setiembre de 2016
(12) A Giuseppe Campuzano imagino que le hubiese encantado esta historia.
(13) Recavarren, Catalina. Una flor… y su temporada en el infierno. - Lima : Editatú Editores e Impresores, 2012.
TAMBIÉN PUEDE VER:
- La casa de cartón (Luis Alberto Sánchez)
- Placa en recuerdo de "La casa de cartón"
- Prólogo de Luis Alberto Sánchez a "La casa de cartón"
- "El agua en el mar, las casas en las calles" (Cortos)
- Silbas tú con el tranvía (Alejandro Susti)
- LCC 40: el fragmento no reconocido en "La casa de cartón"
- La catita de "La casa de cartón" es Catalina Recavarren
- Martín Adán en la Casa de Cartón
- Lulú
- La casa de cartón, un invento de Martín Adán (Ricardo Peña Barrenechea)
- Taller audiovisual "El agua en el mar, las casas en las calles"