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Barranco lo recuerda

Placa en memoria de "La casa de cartón" de Martín Adán

Publicado: 2018-05-27

                                                                               Barranco, 23 de mayo de 2018

Buenas noches:

Podría creerse que escogimos esta fecha adrede. Que dilatamos solicitudes por 3 años solo para que esta develación sucediera un 23 de mayo. Pues no es un día cualquiera. Hace 95 años también caía miércoles y un grupo de personas se reunía bajo una causa en común, la que podría tomarse también por causa simbólica. Eran obreros y estudiantes sanmarquinos y pradinos en las inmediaciones de la Casona de San Marcos y la Plaza San Martín. Reclamaban el derecho a la "libertad de conciencia". Y fuera de las lecturas que se han hecho de tal episodio o de las que se pueden hacer hoy, lo traigo a colación no solo por la efeméride o el afán de hacer memoria, sino porque de aquel hecho nos podríamos haber enterado o acordado por algún curso universitario o reportaje periodístico, pero igualmente por una placa, la que se ubica en la cuadra siete del jirón Azángaro, frente a la otrora librería de Juan Mejía Baca y desde 1946 nos informa sobre quiénes se inmolaron en aquella jornada por la libertad de conciencia, por la libertad de culto en el país. Pues eso en primera instancia constituye una placa conmemorativa: un servicio público que ofrece información.

Una placa también ofrece mensajes. ¿Cuáles? Pues según el momento y según la persona. Pero nos podemos imaginar, sí, a los posibles beneficiarios. Quizá aquel cronista de la ciudad que abre o cierra su texto con este motivo. O aquel que acude al celular para ver de qué se trata. O los nuevos ramones insertos en las comitivas escolares que empezarán o terminarán sus recorridos aquí. O los entusiastas del distrito como lo fueron José Antonio del Busto o Eduardo Calvo. O aquellos activistas culturales (ojo: no digo gestores culturales) del calibre de Gonzalo Bulnes o el ilustre Manuel Beltroy. O las sensibilidades tipo Nelly Fonseca o Catalina Recavarren. O, en tono más sublime, aquellos que advierten la relación de Moretti con el lugar donde mataron a Pier Paolo Pasolini o Paterson con la ciudad del poeta Williams Carlos Williams en dos conocidas películas. O quizá el primero en captar un mensaje certero sea aquel que sale a horas matutinas de alguna de las trastiendas de los bares aquí colindantes. Eso estaría muy bien, quién sabe si mejor.

Una placa también propicia encuentros, como los de hoy o aquel –conozco casos- donde dos personas que en cualquier otra circunstancia quizá ni se mirarían, aquí podrían sonreírse complacientes.

Perdóneseme si me extiendo más en la placa que en el libro y el autor consignados en esta, pero, la verdad, creo que sería muy poco lo que yo podría añadir ahora al valor que justifica la presencia de ustedes aquí. Aquel indica la necesidad de lo que hoy intentamos cubrir: una señal mínima del distrito para con "La casa de cartón", el libro que desde hace 90 años lo honra y enriquece. En clave inversa podría también creerse que esta placa ha sido posible económicamente luego de rechazar el concurso de numerosas instituciones y solo para renovar aquella capacidad barranquina de hacer realidad por gestión propia los servicios públicos que demanda.

Sea pues esta una nueva forma de inaugurar el Boulevard, y un primer paso de nuestra parte hacía las maneras cómo trabajar memoria en la ciudad, en la que el valor arquitectónico coincida con el corazón mismo del valor cultural, donde no nos compliquemos con figuraciones políticas, y los lectores simplemente podamos dar testimonio de nuestras querencias, de nuestra gratitud.

Por último, quisiera terminar con una anécdota. Cuenta Jorge Edwards, el escritor chileno, que alguna vez de visita con otros escritores a un pueblito francés, amparado en el recuerdo de los datos que ofrecía una placa colocada muy cerca de la residencia en París donde se hospedaba, se atrevió a corregir a un guía de turismo. Le dijo “no, Marcel Proust durante tales años vivió en tal otro lugar”. El guía le respondió “¡Ay, ustedes los sudamericanos lo saben todo!” y, de inmediato, los hizo miembros de la Sociedad de Amigos de Marcel Proust en el pueblo. Pero Edwards se quedó con una reflexión más: ¿cómo así en una provincia de Francia esta persona podía tener esta imagen de los sudamericanos? Y pensó en los sabios que podían sustentar tal mito. Y se sintió orgulloso de compartir el mismo idioma con Jorge Luis Borges, con Alejo Carpentier, con Octavio Paz… y con Martín Adán, añadiríamos nosotros.

Muchas gracias.

Jorge Valverde.


Mil gracias a quienes hicieron económicamente posible la placa: 

- Pedro Pablo Alayza
- Paloma Duarte Soldevilla
- Myriam Lertora (Andrea Lértora Alva)
- Raúl Cachay
- Rafo León
- Giuseppe de Bernardi
- María Elena Cornejo
- César Casusol (Cesar Casusol Valle)
- Gerardo Chavez Lopez 
- Alina Gadea Valdez
- Walter Sanseviero
- Andrés Piñeiro
- José Manuel Marticorena Bustamante
- Jorge Valverde

Y a quienes la diseñaron y colocaron:

- Ana María Prevost
- Pepe Santos Altamirano

fotos de antonio martínez





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Proyecto de la asociación Isegoria sobre la función pública de artistas y escritores, aquella que nos hace mejores ciudadanos.