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"Yo no quiero morir como Martín Adán" (José Rosas Ribeyro)

Publicado: 2016-01-29
YO NO QUIERO MORIR *
(HOMENAJE A POETAS PERUANOS)
                   A Juan Ramírez Ruiz, en memoria.

Yo no quiero morir como Martín Adán, 
yo no quiero vivir como Wáshington Delgado; 
quiero ver crecer a mis hijos entre los itaúbas, 
hablando el mismo idioma de los pihuichos 
cantando como el bon sapo campanero.
Tulio Mora.

Yo no quiero morir como César Calvo, 
entre ausencia y retardos;
yo no quiero morir como Wáshington Delgado,
extraviado en un mundo dividido; 
yo no quiero morir como Abraham Valdelomar,
sin que haya la alegría y el afán de reír; 
yo no quiero morir como Domingo de Ramos,
teniendo que retroceder para llegar a mí mismo;
yo no quiero morir como Antonio Cisneros,
sin recordar siquiera las cosas de que hablaba;
yo no quiero morir como Gustavo Valcárcel,
enfermo y en una cama vieja;
yo no quiero morir como Juan Gonzalo Rose,
esperando una carta que no llega; 
yo no quiero morir como Martín Adán,
callado, oyendo mi propia voz;
yo no quiero morir como César Vallejo,
en París, con aguacero;
yo no quiero morir como Roger Santiváñez,
tras ver desde cazuela a una chica desnudándose;
yo no quiero morir como Guillermo Chirinos Cúneo,
al morder la boca de las rosas moribundas;
yo no quiero morir como José Watanabe
guardándole el hielo al heladero; 
yo no quiero morir como Abraham Valdelomar,
recordando mi infancia triste y sola;
yo no quiero morir como José Carlos Yrigoyen,
al apartar ese humo podrido donde mi cuerpo se extravía;
yo no quiero morir como José Santos Chocano,
delirando con caballos fuertes y caballos ágiles;
yo no quiero morir como Javier Heraud,
impotente entre pájaros y árboles;
yo no quiero morir como Oscar Málaga,
sin realmente entender que debo empezar a destrozarme;
yo no quiero morir como Pablo Guevara,
palpando cada día la verdad de los muros en vez de adivinarlos;
yo no quiero morir como Julia Ferrer,
porque todas las estrellas con gentileza me iluminan;
yo no quiero morir como Enrique Verástegui,
con algo de locura pero sin gardenias amarillas;
yo no quiero morir como Blanca Varela
siempre dispuesto a la sorpresa;
yo no quiero morir como Jorge Pimentel,
parado en una esquina sin saber a dónde ir;
yo no quiero morir como Jorge Eduardo Eielson,
sin servir para nada, ni para conversar conmigo mismo;
yo no quiero morir como Manuel González Prada,
buscando plazas, no desiertos;
yo no quiero morir como Rafael Espinoza,
desviado de mi médula y excéntrico;
yo no quiero morir como Carlos Germán Belli,
atragantándome con el bolo alimenticio;
yo no quiero morir como Carlos Oliva,
agotado de mí, con pasos iluminados;
yo no quiero morir como José María Eguren,
soñando con la niña de la lámpara azul;
yo no quiero morir como Violeta Barrientos,
al contemplar el jardín de mi deseo insatisfecho
yo no quiero morir como Tulio Mora,
percibiendo el coito breve pero intenso de la mañana;
yo no quiero morir como Francisco Bendezú,
acordándome, como ayer, de lo futuro;
yo no quiero morir como José Antonio Mazzotti,
ya que desenvuelvo en mis pasos una madeja de espuma;
yo no quiero morir como Alberto Hidalgo,
porque no era una vela pero ardía;
yo no quiero morir como Carmen Ollé,
besando la punta de sus pies sangrantes;
yo no quiero morir como Alejandro Romualdo,
a paso de agua mansa;
yo no quiero morir como Abelardo Sánchez León,
enrojecido de vergüenza, de cólera, de pena;
yo no quiero morir como Oswaldo Chanove,
sin saber lo hermoso que soy cuando cabalgo sobre un caballo negro;
yo no quiero morir como Magda Portal,
danzando sobre el viento, cerca del silencio;
yo no quiero morir como Elqui Burgos,
prisionero de mi pie y del alfabeto;
yo no quiero morir como Enrique Sánchez Hernani,
siempre recordando a la loca Janis;
yo no quiero morir como Carlos Oquendo de Amat,
desentornillando todo mi optimismo;
yo no quiero morir como Rodolfo Hinostroza,
turbado por la contemplación de la belleza;
yo no quiero morir como Carlos López Degregori,
sin reconocer entre tantas cicatrices los rostros que tuvimos;
yo no quiero morir como César Moro,
entre bramidos de tigres y lágrimas;
yo no quiero morir como Juan Ramírez Ruiz
con mil dificultades para cargar con mi exceso de ternura;
yo no quiero morir como Marcial Molina Richter,
deambulando con ojos de odio, desnudo y huérfano;
yo no quiero morir como Juan Ojeda,
sabiendo que todo lo real es precario;
yo no quiero morir como Mario Montalbetti,
danzando y silbando al mismo tiempo;
yo no quiero morir como José Rosas Ribeyro,
con un saco gris desteñido y los zapatos sin lustrar;
yo no quiero morir como Cesáreo Martínez,
sordomudo con mi sombra chiquita;
yo no quiero morir como Manuel Morales,
recordando al amigo que toca tambor;
yo no quiero morir como Montserrat Álvarez,
antes de que los depredadores olfateen mi sangre; 
yo no quiero morir como Emilio Adolfo Wetphalen,
cogiendo la última estrella de un paso y del silencio;
yo no quiero morir como Wálter Curonizy,
porque la nada oculta una flor;
yo no quiero morir como Jorge Nájar,
allí donde arde la historia y el cielo se ilumina;
yo no quiero morir como Luis Hernández,
sin que se culpe a alguien de mi sueño;
yo no quiero morir como Pablo Guevara,
con la mirada desolada, como pidiendo auxilio;
yo no quiero morir como Victoria Guerrero,
tendido en un rincón y lamiendo una herida
¡no, no, no!
¡y no! 
yo lo que quiero es morir como Leoncio Bueno,
arrimando parábolas en un papel rayado.  

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* Agradecemos a José Rosas Ribeyro, fundador de la revista "Estación Reunida" y autor de los libros "Curriculum mortis", "Ciudad del infierno" y "País sin nombre", por la autorización concedida para colocar aquí este poema, publicado por primera vez en la revista de literatura Maestra Vida, número 1, de enero de 2014.




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