Un día bien normal
Los cumpleaños de Martín Adán
Por Jorge Valverde / Barranco de cartón
Una de las anécdotas sobre Martín Adán más manidas refiere a un hecho muy puntual: el levantamiento del 27 de octubre de 1948 (1) del general Manuel Apolinario Odría en Arequipa contra el gobierno democrático de José Luis Bustamante y Rivero. A pesar de lo que dijeron los periódicos uno y dos días después, se entiende que en ese momento el golpe de Estado del que sabemos hoy era ya eminente.
Y fue precisamente esa noche, en el bar Zela, donde algunos concurrentes sabiéndolo amigo del presidente en capilla le pidieron a Martín Adán su opinión (2). Su respuesta fue tan ácida e insólita que hoy seguro se hubiese viralizado. Dijo él: “Por fin el Perú ha vuelto a la normalidad” (3)
No había nada entonces de que sorprenderse, Martín Adán no necesitaba ser historiador ni columnista político para saber lo que es normal en el Perú. De su frase dirá Alonso Cueto que describe mejor que ninguna otra al militarismo “como parte del código genético de nuestra cultura”. Y sobre su origen no pocos dudaron en abonar sobre la leyenda diciendo, por ejemplo, que aquella vez el poeta “estaba ebrio pero con una lucidez imbatible”
Así, desde aquel día, frente a la ilusión deshecha, se citará a Adán toda vez que toque ponerse proféticamente resignado. No solo la frase será evocada en cada uno de los golpes y autogolpes de Estado que vinieron después, en los comentarios criticando al APRA o que destacan a su fundador; sino también para solidarizarse con el periodista despedido, para señalar cualquier componenda en el Congreso, y hasta para referirse a nuestra selección de fútbol.
La frase será de esta manera, en algunos casos, lo primero que enganche a varios con la figura y obra del poeta (4) y, para los más, será lo único que sepan de él. Además, como en toda leyenda que se respete habrán variaciones, unos dirán con ligereza que la frase tuvo lugar en el golpe de Estado contra Prado y otros, los más despistados, contra Belaúnde.
El caso está en que tanto su biógrafo José Antonio Bravo (5) como César Lévano le dan fecha precisa a su origen: el 27 de octubre de 1948. Y a nosotros nos llama la atención un detalle, detallito. Ese mismo día Martín Adán estaba de cumpleaños, cumplía 40 años quizá en la más palpable de las soledades ya que su único pariente cercano, su mamá, había muerto un año antes y la amistad con Juan Mejía Baca vendría recién poco tiempo después. Lo decimos e inmediatamente pensamos en aquella foto donde ríe junto a Delia Sánchez (5) y dos mujeres más después de celebrar con torta y todo el que fuera su último cumpleaños.
Nos preguntamos pues si ninguno de los que recogió la frase aquella vez, ni los que la celebraron y la usaron para sus análisis, o simplemente la divulgaron, sabían del cumpleaños del poeta. ¿De qué nos hablan esas circunstancias, esos recuerdos y olvidos? De algo raro, triste, irónico en el mejor de los casos. No sé.
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(1) Según lo recogido por Luis Vargas Durand, entre el 5 de agosto de 1947 y el 17 de setiembre de 1949 fue el tercer largo período de internamiento, con eventuales salidas, de Martín Adán en el Hospital Larco Herrera.
(2) José Luis Bustamante y Rivero y Martín Adán son amigos por lo menos desde que coinciden en Arequipa (1933-1935). Sobre ellos cuenta también la leyenda que cuando el primero siendo presidente le ofreció trabajo al poeta, éste respondió que era como pretender que Belmonte volviera al ruedo.
(3) A veces la citan con el "por fin", otras no.
(4) Domingo Tamariz decía en un artículo cuyo enlace ya no encuentro que la primera vez que escuchó la frase fue de boca de Amadeo Grados Penalillo en 1950.
(5) Bravo, José Antonio. Biografía de Martín Adán.- Lima: BNP; 1988.
(6) Entrevista publicada en La República el 3 de febrero de 1984 donde el poeta, entre otras cosas, dice que el castigo más grande y triste para el ser humano es la soledad.
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Proyecto de la asociación Isegoria sobre la función pública de artistas y escritores, aquella que nos hace mejores ciudadanos.